domingo, 22 de agosto de 2010

El gato

Entre ella y la ventana -por la que ya sólo entraba un poco de luz blanca- estaba el fregadero. El grifo dejaba caer el agua que acariciaba el metal casi con la misma sutileza con la que ella pintaba de espuma la taza del café. Pausadamente, la dejó en el trastero y sin voltear dijo: quiero el divorcio. Cuando por fin miró atrás se encontró con la indiferencia de un gato, que acostado sobre la mesa, se lavaba la cara con la pata, cumpliendo un ritual muy de los felinos. Sin embargo, el gesto no era de indeferencia, sino que hacía mucho tiempo que el gato sabía que ya ella vivía sola.

1 comentario:

  1. Tienes razón. Su gesto no fue de indiferencia, sino más bien, uno apasionadamente afectivo.

    Tal vez el gato acostado sobre la mesa, lavandose la cara con la pata, cumpliendo con su ritual felino decide hacerle compañía a la femina ocultandose en la obscuridad de algún lugar
    porque sabe que en su alma una lagrima hay.

    *Me acabas de dar una gran idea: me debo comprar un gato!*

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