martes, 17 de febrero de 2009

Cuento

Francisco Muñoz Conde no acostumbraba correr. Era un hombre sencillo que pagaba sus impuestos, tomaba sol y de vez en cuando saboreaba lo amargo del tabaco. La visita a la capital lo sorprendió desprotegido entre el tráfico y los escombros de civilización amontonados en todas partes. Las calles pobladas de gente y sombras de gente que en algún momento fueron ideas y sucesos infinitos le parecían de alguna forma conocidas. Era una de esas imágenes que antes te han pasado por la cabeza y de las cuales uno piensa que sabe el porvenir inmediato. Al pasar frente al letrero que encendió la chispa del recuerdo, se dijo a si mismo – esto lo he soñado antes, ahora va a sonar el teléfono.

La llamada no nos importa. Mientras Francisco Muñoz Conde hablaba dejaba fuera la inmunidad que ofrece el inmobiliario citadino, dejaba afuera el calor y los privilegios que a unos cuantos le ofrece el auto-gobierno de los negocios que se resuelven con pólvora.


El cuerpo seguía tendido en la brea caliente, la sangre que de el había brotado era parte del manto negro infinito, del pavimento. El azul del cielo, la ausencia total de nubes y la extraña tranquilidad de los transeúntes no cabían muy bien en la escena. Le tocaba a Francisco Muñoz Conde llegar allí. Posiblemente ya había estado allí antes, por un instante tal vez. Instante en que esquivó la bala o en que esta no se disparó nunca y pudo seguir caminando hacia la puerta aquella que quedaba a unos cuantos pasos, pero que con está luz, con este calor, parece inalcanzable.

Francisco Muñoz Conde cruzó alguna vez aquella calle, abrió la puerta y entro al edificio. La vida siguió mientras recordaba la víspera del hombre y balbuceaba que aquello solo era la víspera, el día será mañana. Al mismo tiempo y sin saberlo él, al pormenorizar el menú de almuerzo de una cafetería cualquiera, un policía, que bien podía llamarse José, sacaba del cuerpo que permanecía tendido sobre la áspera superficie, una identificación de quien no corrió a tiempo. Llamó la atención de su superior y le dijo – se llama Francisco Muñoz Conde.

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